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Esto forma el
presente,
esta lenta
nostalgia del pasado
que no anula
el amor de los
días que se viven.
Esto forma el
pasado,
una promesa
siempre de futuro
capaz de
remontar cada derrota.
Esto forma este
duelo,
que ya no queda
tiempo
para volver a
hallar
lo que se
pierde.
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No me vas a
encontrar si no me buscas,
no te voy a
esperar si no vinieras,
no voy a
contestar si no preguntas,
tus besos
serán los de un
extraño,
y no podré
encontrarme
si me miro en
tus ojos.
De todo ese
silencio se alimentan
las preguntas
mortales
y este frío.
El
pensamiento de la Esfinge
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Decir oscuridad es nombrar lo
que queda
cuando guarda
silencio
el corazón, y el
mundo
se desvela en
los nombres
que han ido
siendo dados a las cosas.
Decir oscuridad
es estar solo
con la verdad
ajena;
pensar, amor, la
vida desde fuera.
Sin piedad que
la cubra,
sin penumbra
que la pueda
acoger en su cuidado,
sin poderse
salvar
porque no existe
nada,
fuera de ti y de
mí, que nos afirme,
fuera de mí y de
ti, ninguna
razón que nos
rescate.
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Sobre tu nombre
juegan las ardillas
y yo les traigo
frutos
porque quieran
volver cuando me vaya.
En las letras
doradas que te dicen,
ha amanecido el
día y cae la tarde.
Sentada ante tu
nombre te recuerdo y te llamo.
Y la nostalgia
se confunde de
fechas y lugares.
Un instante y
tus brazos. Un instante
y tu ausencia.
Tu ausencia para siempre.
Cuenca. El Perdón.
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Algo
no está, mi mano no lo sabe,
pero
el frío.
Un
matiz de la luz abandonado
que
mis ojos no miden,
pero
un ángulo ciego.
Un
silencio escondido que mi atención ignora,
enredado
en palabras,
pero
el duelo.
Volver
sobre mis pasos
-pero
dónde-
para
seguir los tuyos,
pero
cómo.
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La oscuridad define
los límites del
reducido espacio en que me muevo
en esta
tarde noche en que comienza el frío.
La oscuridad me
llama hacia su centro y crece
con todo lo que
miro a la luz de la luz.
Muestra lo
intransitable, anuncia lo terrible,
deja
memoria de su avance en lo que arrasa.
Y en su juego de
dados
voy perdiendo el
amor y sus señales.
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La flor, el
fruto, el esqueleto
de animales
marinos, el corazón en piedra
de la tierra,
los restos de
las obras de los hombres
y este saber del
tiempo, deformando
lo que fue
alguna vez,
lo que ha dejado
rastros en la
memoria
confundida y
atenta.
De las tumbas
antiguas,
del jardín
olvidado,
de la prohibida
fruta
y de las
sombras,
esta luz
inquietante de los sueños,
estas natures
mortes de la vida.
Rastros
de la memoria*
Inspirada en la serie de fotografías “Rastros
de la memoria”.
de Rafa Martín.
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Le quebró la desdicha
y la locura
le empujó por
las calles,
allí, donde mostraba su mano destrozada
y gritaba en la
acera,
al ritmo
sincopado del rap y de la furia,
un día me amaréis,
como me aman
ya los niños, la
gente de mi pueblo,
un día me
amaréis.
Demasiado joven,
demasiado sólo,
demasiado lejos de su tierra.
Su pueblo, en algún punto
del África remota.
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Aquí siguen las calles y la gente,
la ciudad y la
gente,
los muros
invisibles y la gente.
Esta vez, bien
sabemos,
hemos tenido
suerte:
nos toca de este
lado.
Nada que ver con
quienes vienen de vacío,
con quienes no
han venido,
con quienes no
pudieron regresar.
Volvemos y aquí
siguen,
las cosas y la gente,
nosotros, los
salvados,
nosotras, las
indemnes.
Pese al
desequilibrio
y las fronteras.
La ciudad y la
gente,
por sobre los
hundidos.
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Grabados con la
luz - y a fuego- en mi retina,
la imagen del
destino
dando alcance a
quien huye,
la infinita
belleza
y el horror
infinito,
la perla
transparente sobre el dorado brillo
del hermoso
cabello de la muerte.
Después son el
alfeizar del azul,
la iluminada
esfera,
y ese fruto
desnudo y desecado
donde todo es ya
nada desde siempre,
la infinita
belleza
y el horror
infinito.
La infinita belleza*.
Inspirada en la obra de Pepe Viera.
Para
él y para María.
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Alzo una rosa
para esta travesía,
inesperada y
cierta, con que arribo
a un presente
que nunca fue pensado.
Alzo una rosa y
se abre este camino.
Abro un camino y sólo por tu paso
existe y se
entrevera lo que somos
y, a pesar del
temor y de las sombras,
porque pueda la
luz, alzo una rosa.
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Si nada viene, amor, como debiera,
del mundo a
nuestra vida y nada,
de nuestra vida
al mundo,
puede llegar
libre de ser y
limpio,
qué decir.
Sigue la muerte
andando entre las cunas
y los tajos más
duros del planeta, sigue,
enredado a este
amor, amor, el grave
saber de las
fronteras en los ojos
y el corazón, y
sigue
la ausencia en
serpentina
jugando a las
presencias.
Qué decir, qué
decirnos.
Nada que no
sepamos, lo comprendo.
La pureza no
existe, salvo cuando me besas.
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Hay esquinas que
doblan ciegamente
nuestros pasos,
y apenas
sabemos hacia
dónde.
Y en tus manos
las mías.
Hay vados y
riberas en que sernos,
fronteras en que
decir adiós,
lugares de las
sombras,
luces.
Y en tus manos
las mías.
Hay tu miedo y
mi risa,
mi miedo y tu
obstinada
negación de la
pena.
Y en tus manos
las mías.
Hay un camino
allí donde el sendero
se deshace y se
pierde.
Y en tus manos
las mías.
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Me pregunto por ti,
contesto que no
quiero
días que no te
traigan,
futuros sin tu
nombre,
noches que no te
puedan
preguntar
esperando
una respuesta.
Y en mis manos
vacías,
y en mis horas
sin ritmo,
y en mi propia
memoria
de lo entero
perdido,
me obligo a la
esperanza
de que siga
la suerte de la
vida
guardando
nuestro abrazo
en su penumbra.
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Sobre los
fragmentados cristales de la vida,
voy poniendo los pies, los ojos deslumbrados
por el sólo reflejo de lo roto
que nunca se ha
perdido ni olvidado.
Luz de la
transparencia de ese mundo
que se extiende
y aleja
como si fuera
siempre el horizonte.
Luz de la muerte
niña en cada arista
que abre la piel
al paso.
y va creciendo.
Luz de la
transparencia y de la muerte.
Luz de las divisiones y la herida.
Y siempre la nostalgia de la antigua entereza,
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De nuevo ha
florecido en la ventana
la flor, amor, que dije que era nuestra,
y he contemplado en sus pétalos pequeños
la dulzura secreta de un retorno
que una vez más nos ha encontrado juntos.
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la flor, amor, que dije que era nuestra,
y he contemplado en sus pétalos pequeños
la dulzura secreta de un retorno
que una vez más nos ha encontrado juntos.
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No siempre el
tiempo aquel
fue hermoso y
nuestro,
no siempre bueno
y bello.
Estas que a
veces duelen todavía,
son sus viejas
señales.
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Sueño con irme.
Me voy sin nada
y dejo
las llaves en la
puerta.
Tomad,
son vuestros ya
mi casa
y el pasado.
Sueño con irme
y se desnudan,
para que yo las quiera,
la vida y las
paredes
de un lugar
extranjero.
Blanco lugar de
blancas
cartas sin
repartir,
blancas
estancias solas
que no sueñan.
Sueño a veces con
irme
sin nada, y en
la puerta:
tomad si lo
queréis,
todo cuanto
abandono
pertenece a la vida.
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No será
suficiente, porque nada
podrá frenar la
muerte y devolvernos
todo el tiempo
de vida que los años
nos han ido
restando en la mirada
con que hacemos
del mundo nuestro mundo,
y un mar y un
horizonte del paso de las horas.
No será
suficiente. No serán suficientes
ni el amor, ni
el afán, ni la andadura inquieta,
ni el jalón de
las dichas, ni otras sombras
que nos alejen
siempre de esta pena,
de este
desasosiego primordial y humano:
que los días
transcurren, que nos faltan
certeza y esperanza, eternidad y olvido.
No será suficiente.
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Somos los que tenemos que quedarnos.
Los de al lado
se van.
Tarde o temprano
rehacen sus maletas, doblan
-a los pies de
la cama-, las toallas,
el pijama
prestado.
Dicen adiós, que
se mejore,
que todo vaya
bien.
Somos los que
tenemos que quedarnos,
los que sabemos
ya que si nos vamos
será para volver
o para nunca.
Dicen adiós, que
se mejore,
y apenas si
podemos sonreírles.
Para nosotros,
nada puede ser ya mejor.
Mañanas de hospital
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Dejar de estar
aquí,
no cenar en
familia
cuando llega la
fecha,
romper con la
costumbre
de saludar al
menos
una vez por
semana.
Dejar de estar
aquí,
no volver a
volver,
que no te
esperen
un instante
después,
sólo un instante
después de que
hayas muerto.
Significados de la muerte
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Pudiera ser que me mirara en el espejo
y me mintiera.
O buceara
en el agua de
lluvia que ha llenado,
turbia, mi
corazón desprevenido
mientras
pensaba en las banderas y en la suerte
mudable de los
sueños.
Pudiera ser
que la dejara mansamente
llenarme los
pulmones, como a veces
desea con
firmeza
mi ansia de
claridades y de olvidos.
Pero tengo
esta suerte
de pesarosa
convicción sin ilusiones,
que seguirá
lloviendo
fuera, en la
calle, y dentro.
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No heredarás la
tierra,
no el paisaje,
no los viejos
lugares
donde tu
corazón.
Y este mar en
los montes,
y esta luz en
las ramas,
no serán nunca
tuyos,
pasajeros de un
alma,
tuya y mortal,
que mira
enamorada.
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Demasiadas cosas
se ha ido
llevando el agua
al ritmo
de desiguales
días.
Y en la
corriente tú, sobre la balsa
de las horas
contadas que la vida
planeó para ti
cuando llegaste.
Y aunque mires
al frente, las ausencias,
pesan sobre tu
aliento y dejan
pasar el aire
frio de la tarde.
Demasiadas
cosas
que no vas a
encontrar
antes de que
anochezca
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Dicen que no
hace frío.
Me abrigo.
Lo siento, sin
error, debajo de la piel,
sobre las palmas
de las manos,
debajo de los
párpados.
No hace frío, me
dicen.
La tarde acaba
ya
y en la ciudad
de grandes avenidas
sin árboles ni
frutos,
todo parece
eterno,
semejante a sí
mismo,
inacabable.
No hace frío.
En un barrio
lejano,
una casa
apagada, que es la mía.
¿Y quién te cuida, di?
Es la noche diciendo
los versos del poeta.
Es la noche diciendo
los versos del poeta.
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CREO QUE ME HE PERDIDO BASTANTE. ESTOY DESCUBRINEDO ESTE TAMBIÉN.
ResponderEliminarQUÉ PROLIFICA!!!!